Aquella mañana de Viernes Santo, Jesús se detuvo en nuestra puerta y entró en casa, sí, entró su paz infinita a través de su mirada, donde teníamos puestos nuestros ojos y se coló por nuestras puertas y balcones, abiertos de par en par.
Se coló su dulzura, su perdón y se conmovieron nuestros corazones. Aquella fría mañana de primavera, una voz rompió en el aire con una saeta y se nos heló la sangre. Una voz fresca, casi la de una niña, una voz que sonaba como si fuese una plegaria, llena de profundos sentimientos que regalaba al Nazareno.
Todas las miradas se centraron en aquel dialogo espiritual que mantenía esta joven con la figura de Jesús, que la escuchaba con su rostro moreno y sereno, lleno de amor hacia sus hijos, hacia las gentes de su pueblo, y sobre todo, hacia todos aquellos que en esa calle emblemática de Baena, “La calle Llana” contemplábamos estos momentos únicos de nuestra Semana Santa.
Cuando uno cree que lo ha visto todo, después de tantos años, contemplando uno tras otro, este derroche de color inundando nuestras calles, la devoción de un pueblo y su forma de rememorar la Pasión de Cristo y el modo de vivirla con tanta intensidad, te das cuenta de que siempre te encuentras con algo o con alguien que te sorprende, que es capaz de erizarte la piel y emocionarte, capaz en un instante, en el que miras hacia tu interior y descubres, tal vez, cosas que hay dentro de ti, que aún no se te han revelado.
Es importante pensar que cada segundo que vivimos, es totalmente distinto al anterior, y lo más significativo, que lo hemos de vivir con intensidad, pero en esa intensidad y en el tiempo que nos hace madurar como personas, ha de encontrarse ese compromiso que los cristianos hemos de tener, no solo con Dios, sino con nuestro prójimo, viviendo esta fiesta popular y única, que marca todo cuanto la hace diferente y por supuesto, predicando siempre con el ejemplo de Jesús.
Respetemos los sentimientos de un pueblo y su forma de expresarlos, pero profundicemos en todo lo que representan. Enseñémoslos a nuestras generaciones, presentes y venideras, siempre con respeto, porque a través de esa forma de enseñar y transmitir, encontraremos la “esencia”.
Sabemos que el folklore y la religiosidad popular se funden y a veces se confunden. Que la pasión de nuestros “Pasos”, su belleza, y todo cuanto hace diferente a nuestra Semana Santa; el judío, los tambores, las distintas y ricas variedades de nuestras hermandades, la vistosidad de sus ropajes, la singular artesanía que sale a la calle a exhibirse y ser contemplada, que todo este tesoro del que somos herederos y administradores, no nos eclipse y olvidemos la “esencia”, la verdadera esencia que nos acerca a Dios.
Por eso, si has descubierto la “esencia”, si has descubierto a Dios, emociónate, deja que se te erice la piel escuchando una saeta, que tan solo es una forma de rezar, o de hablar con Dios, deja que las lagrimas broten de tus ojos con libertad, con esa libertad que tan solo Él nos otorga.
Contempla la belleza transformada en artesanía a través de las manos de los hombres, dotadas con esos dones que Dios les ha regalado, sacándole el provecho de expresar, transformar sensaciones y profundos sentimientos.
Descubre en cada “Paso”, esos momentos de la vida de Jesucristo hecho hombre, descubre su sacrificio, su sufrimiento y su amor infinito para redimirnos.
Profundiza en cada símbolo y no dejes que pase ante ti sin que encuentres su significado, transformándolo en cultura y aprendizaje.
Que tu religiosidad popular, esa que has ido adquiriendo desde la infancia, desde el seno de tu propia familia, donde se forjan los valores más esenciales del ser humano, aquellos que más calan, aquellos que quizá, en un momento de tu vida, sirven para descubrir a ese Dios verdadero que en ocasiones se nos escapa ó no encontramos y tal vez, ande muy cerca de cada uno de nosotros.
Manuel Espejo Jurado
11/11/09
Madrid
Publicado en CABILDO2011
Sabemos que el folklore y la religiosidad popular se funden y a veces se confunden. Que la pasión de nuestros “Pasos”, su belleza, y todo cuanto hace diferente a nuestra Semana Santa; el judío, los tambores, las distintas y ricas variedades de nuestras hermandades, la vistosidad de sus ropajes, la singular artesanía que sale a la calle a exhibirse y ser contemplada, que todo este tesoro del que somos herederos y administradores, no nos eclipse y olvidemos la “esencia”, la verdadera esencia que nos acerca a Dios.
Por eso, si has descubierto la “esencia”, si has descubierto a Dios, emociónate, deja que se te erice la piel escuchando una saeta, que tan solo es una forma de rezar, o de hablar con Dios, deja que las lagrimas broten de tus ojos con libertad, con esa libertad que tan solo Él nos otorga.
Contempla la belleza transformada en artesanía a través de las manos de los hombres, dotadas con esos dones que Dios les ha regalado, sacándole el provecho de expresar, transformar sensaciones y profundos sentimientos.
Descubre en cada “Paso”, esos momentos de la vida de Jesucristo hecho hombre, descubre su sacrificio, su sufrimiento y su amor infinito para redimirnos.
Profundiza en cada símbolo y no dejes que pase ante ti sin que encuentres su significado, transformándolo en cultura y aprendizaje.
Que tu religiosidad popular, esa que has ido adquiriendo desde la infancia, desde el seno de tu propia familia, donde se forjan los valores más esenciales del ser humano, aquellos que más calan, aquellos que quizá, en un momento de tu vida, sirven para descubrir a ese Dios verdadero que en ocasiones se nos escapa ó no encontramos y tal vez, ande muy cerca de cada uno de nosotros.
Manuel Espejo Jurado
11/11/09
Madrid
Publicado en CABILDO2011
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