domingo, 25 de mayo de 2008

La casa de la Hermandad de las Virtudes

La casa de Encarnita Flores, es una casa de hermandad de las de verdad, y todo aquel que llega de nuevas, enseguida la siente como si fuera la suya propia. Todos se vuelcan con estas personas, que vengan de donde vengan, son bien recibidas. Hermanos, primos, sobrinos, amigos y demás parientes, entran, salen, suben y bajan, cuentan sus experiencias, sus achaques, sus penas y alegrías. No nos privamos del fino Baena y de las buenas aceitunas, ni de las patatas de “Laurita”, ni de magdalenas, pestiños, flores y exquisitos panecillos de cortijo, no faltan ni los churros, ni el chocolate.
En nuestra Semana Santa, la vida discurre a borbotones y el silencio, el silencio tan solo se guarda para momentos muy especiales. Siempre hay abrazos, besos y apretones de manos, de los de verdad, de los que surgen desde lo más hondo del alma. Nunca hay un mal gesto, siempre hay predisposición y una sonrisa a punto, para que no quepa la menor duda de que todo se hace de buen grado y con el corazón.

En esta casa no hay diferencias, ni de raza, ni de sexo, ni posición social. Cada uno es diferente, único, con defectos y virtudes, en definitiva, es una casa donde habita “buena gente”.

En la fotografía, Manuel Espejo muestra el cáliz que tradicionamente y, con todo respeto a lo que representa, compartimos como signo de hermandad bebiendo todos/as de él.
Pero el momento culminante, es esa “Comida de Hermandad”, donde cada uno tiene un papel importante, que comienza en la madrugada del Viernes Santo con un buen chocolate caliente y una bandeja enorme de magdalenas bizcochos y pestiños.

Tras la procesión, una magnifica comida en la que no faltan en nuestra mesa, las tortillas de patatas, ensaladilla rusa y el bacalao frito, entre otras exquisiteces que nos brinda nuestra tierra. Aceitunas, gambas y langostinos, frutos secos, refrescos, cervezas y “fino”. Luego y tras esta comida, llega el momento más entrañable, al compartir el cáliz de vino como signo de hermandad. Juntos, presentes y ausentes, desde el más adulto hasta el más pequeño, brindamos por esta familia en la que todos nos sentimos totalmente hermanos.

Texto de Manuel Espejo

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