Este
es un momento muy importante para todos nosotros. Hemos de sacar lo negativo y
siendo conscientes, ser mejores personas..."
Después
de desayunar, salíamos temprano en dirección hacia el Monte de las
Bienaventuranzas y posteriormente hacia Cafarnaúm.
Llegamos
al Monte y allí descubrimos una basílica que se alzaba en mitad de un paisaje
precioso. Es aquí donde Jesús pronuncio el sermón de la Montaña. (San Mateo
5;1-8) Nos situamos en el exterior, en una zona donde Justo se dispuso a
preparar el Sacramento de la Eucaristía. Un altar y bancos de piedra situados
alrededor.
BIENAVENTURANZAS
Dichosos
los pobres, los que no ponen su corazón en la riqueza, ni cifran su buen gusto
en el lujo, ni su gozo en el despilfarro.
Dichosos
los que saben compartir
Dichosos
los no violentos, los que rechazan la fuerza, las armas, la guerra, la muerte.
Dichosos
los que confían en el dialogo.
Dichosos
los que no pueden contener sus lágrimas y están prontos a escuchar, a consolar,
a compadecer, porque hacen suyas las penas del hermano.
Dichosos
los limpios de corazón, los que tienen la mirada limpia, limpias las manos y la
conciencia.
Dichosos
los que no piensa mal ni prejuzgan al vecino.
Dichosos
los misericordiosos, los que hacen sitio a todos en su corazón, saben
comprender, disculpar y perdonar.
Dichosos
los obreros de la paz y la justicia, los que defienden los derechos humanos y
plantan cara a los prepotentes. Su dicha colmará de dicha a todos.
Luego
surgen comentarios de amigos de nuestra Parroquia:
En
Nuestra Sra. De Belén hemos conocido al Dios del amor y no al Dios del temor y
ha sido a través de Justo y su manera de entender a Dios…
Es
la primera vez que entiendo las bienaventuranzas en el mundo actual…
Cuando
nos llega el momento de la paz es emocionante e intenso. Compartir besos y
abrazos frente al mar de Galilea, también nuestros pensamientos y nuestros
deseos para con nosotros mismos y con los demás. Un deseo especial, buscar la
paz entre palestinos e israelitas.
Después
en la comunión, el momento que experimentamos es sublime, sobre todo cuando
comenzamos a cantar: Tú has venido a la orilla…
Un
nudo ha atravesado la garganta de más de uno de nosotros. La presencia de Dios
era palpable. Allí, estábamos unos cuantos reunidos en su nombre y en medio de nosotros
Jesús, agarrando nuestras manos y tirando de nosotros a pesar de nuestras
debilidades humanas, abrazándonos y dándonos consuelo en cada uno de nuestros
lamentos, bálsamo en cada una de nuestras heridas y como no, su ejemplo de amor
al prójimo.
Las
lagrimas están a flor de piel y los sentimientos afloran de una manera como
nunca habíamos vivido.
Continuamos
cantando la canción “Cristo te necesita para amar” y para finalizar, en la
acción de gracias, “Hoy Señor te damos gracias”, en mitad de aquel paisaje y
acompañándonos en nuestros cantos, los pajarillos y la belleza de la
naturaleza. Así terminaron aquellos momentos llenos del Espíritu de Dios que se
habían metido por cada poro de nuestra
piel.
Más tarde, sobre las diez de la mañana, teníamos programado nuestro paseo en barca por el Lago Tiberiades (Mar de Galilea). Nos dirigimos hacia allí para vivir otro momento inolvidable..."
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